No son pocas las veces que he pensado cómo querría que fuese mi casa. Esto de vivir en perpetuo alquiler aleja bastante mi idealizado piso en ciudad por definir que tendría las paredes blancas y una estantería gigantesca llena de libros, con una predominancia clara de mi editorial favorita. Mi yo optimista empezó, por si acaso, el mes pasado a coleccionar unos libros de arte, Miró fue el primero, en Taschen (una pasada,
Pasan sin llamar
Pasan sin llamar
Pasan sin llamar
No son pocas las veces que he pensado cómo querría que fuese mi casa. Esto de vivir en perpetuo alquiler aleja bastante mi idealizado piso en ciudad por definir que tendría las paredes blancas y una estantería gigantesca llena de libros, con una predominancia clara de mi editorial favorita. Mi yo optimista empezó, por si acaso, el mes pasado a coleccionar unos libros de arte, Miró fue el primero, en Taschen (una pasada,