No late, vibra
En Cartagena de Indias todos bailan. Los restaurantes tienen banda y en la calle hay altavoces y guitarras. En las esquinas venden vestidos y una señora, Yuri, nos cosió de un día para otro un top precioso. Paseamos de lado a lado dejándonos llevar por el ambiente y sin mapa que valga. También hay raperos callejeros que ni el mejor freestyle en la Red Bull. No sé como explicarlo, pero puede que sirva que uno de los eslóganes que escucho más en la radio aquí es que el corazón no late, el corazón vibra.
Acabamos cenando en un lugar en el que, por supuesto, había salsa. Justo delante de nosotras se sentaron dos parejas que supuse eran padres e hija con novio. La mujer más mayor empezó a beber aguardiente con agua, a secas, antes de cenar y se animó por momentos. Con un ligero brillo en los ojos se levantó y sacó a su marido a bailar. Él parecía no saber mucho, vaya, quizás lo justo o menos. Pero empezó a moverse a su lado, abrazándola y dejándose llevar. A veces te dejas llevar tú, a veces llevas. A veces tienes que lanzarte sin tener mucha idea.
Cuando acabó la canción se dieron un beso entre risas y al rato vi que abría su móvil —que tenía unas letras gigantes. Sé que no se deben mirar las conversaciones ajenas, pero fue inevitable porque es tan poco común que el mensaje casi me gritó que le observase. El señor le escribía a alguien amigo: “estoy feliz!!!!!!!!”. Y con esas exclamaciones, puede que algunas más, les dejamos empezando otro baile.
No sé si le encuentro explicación, ni tampoco si quiero encontrársela. Admiro, suspiro, observo y, a veces, me sumo. Bailar es una forma de sentir que existimos mientras soltamos los fantasmas a través de movimientos que devuelven la paz al alma.
Creo que bailar es algo parecido al amor porque no tengo ni idea, pero creo en él como forma de medir la vida. Como forma de vivirla.
Aquí la secuencia para curiosos:
Feliz viernes desde el otro lado del océano.