Hoy vine a tomar un café y mientras llegaba un rayo de sol me daba en la cara el punto justo para impedirme ver y para calentarme un poquito. Siempre me sorprende como una misma cosa puede tener efectos tan distintos al mismo tiempo.
Me siguen doliendo los pies de creerme que sé bailar sevillanas y de pasearme horas de arriba a abajo en la Feria de Abril. Es viernes y me siguen doliendo porque de creerme que sabía bailar acabé bailando. Fui muy feliz y me destrocé los pies, de nuevo una misma cosa teniendo efectos distintos.
Ayer fui a ver la obra ‘La voluntad de creer’ de Pablo Messiez, una obra que hace un año me quedé sin ver porque no estaba en Madrid (quedarse en un sitio también trae cosas buenas). La obra me transportó a otro lugar, me abstrajo del mundo y me absorbió durante hora y media en la que sólo tuve ojos para el escenario en el que ocurría todo. Toda la historia gira entorno a algunos de mis temas favoritos: qué es verdad y mentira, el paso del tiempo y la muerte.
Escuchaba a cada personaje hacerme dudar sobre si lo que veía era realidad y ficción y llamar la atención, en forma de grito, sobre el paso irremediable y veloz del tiempo. “Cuando acabe esta obra estaréis una hora y treinta minutos más cerca de la muerte” decían. “Todos nos morimos” susurraban. “¿Quién de aquí es creyente?” Preguntaban. “Relaciónate con las cosas que amas” instaban. “Quiero creer” acababa convencida ella.
Pasó la hora y media y, tal como nos habían advertido, estábamos todos hora y media más cerca de la muerte, eso yo no se lo podía negar. Salimos a tomar una cerveza después de la obra dejando pasar minutos valiosos y allí sentada con el cielo rosáceo, el botellín fresquito y la conversación dejé entrar en mí un pensamiento más poderoso aún que el del final de esta historia: aunque nos acerquemos a la muerte de forma inevitable y física, hay cosas que nos alejan de ella.
Reformulo; quizás esto no tenga tanto que ver con alejarse de la muerte sino con acercarse a la vida: fui al teatro y me emocioné, vi a amigos y acabamos abrazados en la barra del bar, volví andando a casa y no hacía frío mientras sonaba mi canción preferida, me dormí acurrucada leyendo un libro que me gustaba. Me dio un rayo de sol en la cara que me molestó y me calentó la piel. Me fui a Sevilla y me creí que bailaba y entonces bailé (mal) pero bailé. Y al volver escribí esto:
Una vez al año existe en Sevilla un universo paralelo de colores explotados en el que se celebra que aquí se ha entendido como estar en el mundo: bailando para parar el tiempo y con la alegría desbordada del que se sabe finito pero se siente inmortal.
En fin, todo lo que ocurre cuando te relacionas con las cosas que amas. Se alarga el tiempo, se estira, se roban alientos para guardarlos, la eternidad acaba brotando. Escribí aquello como si hubiese predicho que el jueves, en mi butaca de las Naves del Matadero, volvería a entender que la clave siempre estuvo en una decisión: elegir creer.
Cosas bonitas de esta semana:
El viernes fui a ver a mi abuela y nos reímos muchísimo.
Mi amiga Celia y mi primo Esteve se casaron y lo celebramos todo el día, e hizo calor, hubo música, hubo amor, hubo tiempo compartido y la sensación de estar en casa.
Como estoy algo loca, el día después de la boda volé a Sevilla para ir a la Feria de Abril y me volví a vestir de flamenca y a beber rebujito, a bailar mal, a comerme el serranito que me gusta y a sumergirme en ese universo paralelo maravilloso.
Ixone y yo tuvimos una conversación preciosa en la barra de un bar.
Comí con Sofía (de Casa Brava) en Hermanas Arce y me encantó comprobar que está tan loca como yo.
Me he dormido pronto estos últimos días y me he dado cuenta de lo infravalorado que lo tenía.
Fui a ver ‘La voluntad de creer’. Ve tú si puedes y estás en Madrid.
Me he enamorado de las flores de Dandelion diosmío.
Hola Carla, leí tu artículo sobre la serendipidad y dejar planificar hasta el último momento a través del Honos de Máximo, y pensé que podría interesarte (o cabrearte) este artículo. Es de NYC y puede que no todo es aplicable en Madrid pero aún así https://www.newyorker.com/news/our-local-correspondents/why-you-cant-get-a-restaurant-reservation