Cuando llenas demasiado el calendario las horas acaban sucediéndose según lo planeado y está ocurriendo todo mientras en realidad no ocurre nada. Esta carta es un manifiesto anti-calendario, anti-agendar reuniones con amigos en el calendario, anti-eficiencia.
Lo tengo interiorizado, lo deseo, lo vuelco y lo proclamo. Y aun así acabo cayendo en mi propia trampa. Estos días la vorágine me ha comido y se me ha olvidado el canto de los pajaritos, los adoquines de una acera imperfecta, los colores del cielo al amanecer, el gusto que me da acurrucarme en un sofá con una buena conversación o lo enganchada que estoy al último libro de Almudena Grandes.
Me he obsesionado hasta al fin con organizar los pocos días que tengo aquí y hasta llegué corriendo a Amapolas, cuando en realidad yo quería haber llegado flotando. En mitad de mi fijación he caminado tan rápido que ni siquiera me había dado cuenta que el aire frío en la cara me encanta si voy abrigada y que me están pasando cosas preciosas que no me he sentado a celebrar.
En mitad de mi fijación me di cuenta de que no había usado mi cuaderno esta semana, que seguía haciendo listas que no dejaban de crecer, que la carta de hoy no estaba lista, que tenía que devolver 3 llamadas y escuchar unas 10 notas de voz que se están enquistando.
Hasta aquí.
Empiezo el proceso advirtiéndome a mí misma: no voy a llegar a todo. Ni puedo ni quiero ser esa persona.
Ayer por la tarde decidí dejar de correr y llegar tarde a casi todos los sitios. Decidí sentarme en el sofá un rato y ya en la calle salir sin ordenador, solo con papel y boli, a beberme una copa de vino y escribir esto para recordarme que el cielo que vi esta mañana fue precioso, como rasgado y colorido, para pasear entre las tabernas del barrio de las letras rozando los azulejos, para acordarme de que quiero devorar el próximo capítulo, dejarme huecos en blanco en el calendario, para sentir bien el aire frío en la cara, para volver a flotar. Recuperé mi lista más preciada: la de las cosas bonitas que me han pasado esta semana.
Esta carta solo es un recordatorio que te comparto por si a ti te sirve: habrá días en los que la vorágine quiera comerte, pero, en serio cometela tú a ella. Porque no eres un calendario y tu vida no se mide en una agenda. Con toda seguridad, los pájaros siguen cantando y el cielo está preparado para demostrarte que el único verdadero acierto está en pararte a admirarlo.
Me ha gustado mucho la idea que comentas de apuntar los pequeños placeres de la semana. Quizá lo empiece a practicar también. ¡Gracias por la idea!
Qué bonita!!! Gran reflexión, muy bien hilada además.