Primer instante
Me senté allí, enfrente del balcón, en el suelo, con las piernas recogidas y las ventanas abiertas de par en par. Estaba a punto de caer una tormenta eléctrica, el gris del cielo erizaba la piel y entraba un viento fresco pero cálido que ya olía a agua contenida. Llevaba un moño mal hecho pero consistente, apartaba el pelo de mi cara y me permitía continuar con la concentración requerida para lo que estaba haciendo.
Configuraba los envíos del libro y no me estaba saliendo como quería. Pelearse con la tecnología cuando uno está obcecado es siempre la mejor manera de enfadarse rápido. Intenté mantener la calma pero últimamente vivo haciendo cien cosas a la vez y sintiendo que no llego ni a hacer bien cincuenta.
En este proceso de publicar, auto-publicar, auto-todo, nadie me había contado cómo llegaría influir mi estado de ánimo y mi energía en cada decisión que había que tomar y en cada contratiempo que ha surgido (han sido abundantes pero no infinitos). Me he visto en un océano de cosas nuevas que no sabía hacer, gastos de más y sorpresas que sí han sido inesperadas: un grupo de amigos, distintos, entre ellos, por personalidad, geografía y etapa de vida, que me ha ayudado y me ha empujado sin dudar con la certeza kamikaze de estar en el lado correcto. Pero no correcto por mejor, sino correcto por hecho de verdad, con el corazón, con la piel, con las ganas del que hace sintiéndolo todo.
Segundo instante
Debía haber recogido mis libros el día 12 de junio en la imprenta pero ese día pasó algo y no pude llevármelos. Menos mal que eso que pasó me pilló con Tomás y Flor al lado que además de acompañarme en mi llanto público mantuvieron la calma, me abrazaron y me dijeron que habría solución. A Tomás se le ocurrió. Es que a Tomás siempre se le ocurre.
Así que fui a por ellos el día siguiente ya sola y con la certeza de que estaba todo bien. Las chicas de la imprenta me dijeron que esperaban que me fuese genial con el libro porque no sólo había sido el libro sino “todo el baile emocional que habíamos vivido juntas”. Le contesté que no había podido describirlo mejor. Nos abrazamos. Metí los paquetes en bolsas y las bolsas en el maletero del Uber.
Me senté, me puse en los auriculares la playlist del libro, y abrí el sobre en el que me había quedado un ejemplar. Lo saqué y justo el sol dio en un lateral haciendo que la portada quedase entre la luz y la sombra.
Recogí mi libro el día del escritor, ya sola. Me enteré por la noche que justo era el día del escritor: ¿cómo no voy a pensar que la magia existe?
Ahí estaba, conmigo, con mi sueño mirándome a los ojos.
Me empezaron a caer las lágrimas. Yo ya gané.
Cosas bonitas de esta semana:
Flor hizo el booktrailer más bonito de la historia.
Lucila llegó de Buenos Aires y si soy más feliz podría explotar. La editorial más pequeña del mundo existe.
La tarde llorando de risa bebiendo vino blanco y comiendo queso.
Alicia y Andrea me regalaron un ramo de margaritas por sorpresa. Alicia apareció con él en la mano mientras trabajaba y me pareció precios que lo hiciese en un ‘día normal’.
El miércoles hicimos un cónclave previo a la presentación del libro y acabamos viendo un concierto precioso. Ver a mis amigas increíbles de distintos lugares juntas en una mesa me pareció lo más inspirador y poderoso del mundo y me hizo pensar que no cambiaría para nada nunca haber hecho este primer libro así, a pulmón.
Tomás que me salvó la vida y Flor sosteniéndome siempre.
El fin de semana en Barcelona y la boda preciosísima de Nani en la masía de su familia que me hizo despertar el sueño inmediato de una casa así con mis amigas para ver campo y cenar bajo las estrellas.
A mis amigas de Sueca que me acaban de enviar un ramo de flores precioso con una nota más bonita todavía.
Una conversación infinita como si no hubiese pasado el tiempo.
Recogí mi libro, lo puedo mirar, tocar, leer y ahora ya sí me muero porque lo hagas tú.
¡Me encantó el booktrailer!
Muchísima suerte con tu nuevo libro 😉