Soy tan impulsiva como pienso bien todo lo que hago. Ahora, si te encuentras delante de uno de mis arrebatos es casi imposible que salgas indemne. Con todo lo bueno y lo malo, supongo. Soy capaz de estar en silencio meses hasta que un cruce de cables hace que mi mundo estalle y acabe declarando un amor, haciendo una maleta o diciendo que quiero ser artista.
Salir sin rasguños de los arrebatos es algo que no contemplo. Y el martes pasado me vi a mí misma haciendo una cosa que no tenía ningún sentido pero que hizo que el resto lo tuviese. En Madrid ya hace frío y a mí me encanta el calor pero reconozco que el fresco en la cara me da sensación de calidez. Es contradictorio pero qué sé yo si el calor del frío me acaricia. Estaba bastante metida en la pantalla del ordenador cuando vi que eran las 7, me puse un abrigo y salí por la puerta de casa muy acelerada.
Me monté en el autobús convencidísima de hacer algo totalmente irracional. Me bajé cerca de la Gran Vía mientras en mis auriculares sonaba Italia entera porque hay ciertos momentos vitales en los que la música italiana es lo único que me salva. Y así emprendí mi camino hasta casa de Laura. Casa de Laura es Amapolas en Octubre, que reconozco que también es un poco mi casa.
Atravesé la puerta y abandoné la idea de fingir que me había pasado por allí yendo hacia otro lado como hace la gente normal. Yo había salido exclusivamente de mi casa, helada y con mil cosas por hacer, para decirle a Laura que gracias. El día anterior me había terminado de leer su última novela ‘Todo lo que fuimos’ y solo quería agradecerle en persona haber escrito esa historia de amor que hace creer en todas las demás. Su sorpresa y el abrazo que nos dimos le dieron sentido a mi poca racionalización.
La exactitud está sobrevalorada.
Cuando salí, me puse la música otra vez y con una sonrisa comprobé, de nuevo, que la vida es un sinsentido y que lo único capaz de dárselo es lo visceral, lo irracional, lo que brota, lo difícilmente controlable, los suspiros cuando ya sabes que sí, la sonrisa mirando a la pantalla por un mensaje inesperado, el pelo que te tocas sin querer cuando alguien te gusta y un abrazo en el momento justo. Un arrebato que en lugar de silenciarte, te provoca a dar un paso más. Que se lo digas aunque navegues entre la incertidumbre. No hay mayor claridad que hacerlo. No la habrá nunca.
Inspiración pura y fresca, cada vez! Gracias Carla!! Qué ganas de leer a Laura.