Una vez al año
Saco los pinceles y les quito el plástico que los protege, huelen a nuevo. Abro el maletín y observo los tubos de pintura, y también veo que hay unos botecitos de líquido transparente (ni idea). Monto el caballete mal tres veces y a la cuarta lo dejo como puedo. Abro el cuaderno con las láminas y me pongo en Youtube: “cómo pintar en óleo para principiantes”. Aguanto viéndolo dos minutos porque soy una terrible impaciente que necesita probar para saber.
Sonaba bossa nova. Acabé pintando en el suelo del salón, ensuciándome el chándal, un cartón, tres pinceles y mezclando colores completamente aleatorios para pintar literalmente nada. Me dio la risa al acabar mi obra maestra porque yo en mi cabeza sabía pintar mejor.
Cuando empecé a estudiar italiano, mis compañeras de piso en Milán me dejaban post-its en la nevera con las palabras más difíciles. Así aprendí ’zigomi’ porque mis mofletes les llamaban la atención y era imposible acordarse de esa palabra. También me pasó con escribir, que tengo cuadernos llenos de cosas sin ningún orden ni sentido desde que tengo uso de razón. Pero así, y leyendo mucho, es como me atreví a compartir lo que tú lees hoy.
Hay algo divertido cuando empiezas a hacer algo nuevo que nunca habías hecho antes. Es una sensación que solo puedes experimentar en el momento en que das un pasito más y vences la vergüenza de la torpeza para abrirte a la alegría del intento. No tener ni idea no solo está bien, sino que es el motivo para ser mejor que ayer—si ya lo sé hacer todo, ¿ahora qué hago?—.
Hay algo divertido porque tú siempre supones, prejuzgas, te limitas o te envalentonas antes de. El durante siempre es el gran baño de realidad para enjabonarse y ahí sí, cantar a un nuevo comienzo. La combinación mágica es la humildad de los inicios y la confianza ciega en tu prueba, la que te impulsa a seguir haciendo, a crecer. Y es que las cosas sin importancia son muy importantes, en la nimiedad hay grandeza y si te ha hecho sonreír, ya vale.
Un día te da por probar y al siguiente te sientes seguro para contarlo.
Desde que me di cuenta hago, como mínimo, una cosa totalmente nueva al año para confirmar conmigo que no tengo idea de nada y que eso, justo eso, es lo que hace que nos acaben brillando los ojos. Para enjabonarme con la vida y reírme de todo lo que no porque eso es todo lo que sí.