Te pienso
Mantener vivo
Me fascina la expresión ‘mantener vivo’. Insufla acción, te insta a actuar. Que lo mantengas, te dice. Que lo empujes a vivir.
El otro día me choqué con un poeta argentino que no conocía. Lo encontré en Twitter porque alguien compartió unos versos suyos sobre el amor sin regresos ni partidas. Al rebuscar entre la obra de Roberto Juarroz, mi poeta desconocido, me quedé con un verso que me permito robarle y que acababa así: “pensar en un hombre se parece a salvarlo”.
Y yo me doy cuenta de que te pienso. Tarareo una de tus canciones favoritas. Recorro las calles y te veo. Aprendí tu receta y ahora la cocino con éxito dudoso. Justo antes de dormir. Te pienso. Cada vez que doy un paso al frente y me veo valiente, estás. Cuando me siento frágil, estás. Con cada arañazo de ilusión incandescente. Esa que me quema. Esa que asoma cuando los motivos escasean, estás. Te pienso.
No hay nadie que desaparezca de un pensamiento poderoso. No hay nada que se interponga ante un pensamiento poderoso. No hay nada más libre.
Mantener vivo tiene poco que ver, en realidad, con la vida, y mucho con esa capacidad humana de perpetuar en el tiempo los recuerdos y las sensaciones vividas en la propia carne. Somos seres capaces de guardar un abrazo años y de sentir el calor sin estar cerca.
Somos seres capaces de llevar a alguien en el corazón como guerreros de los recuerdos, con el escudo de una piel erizada. Y no hay años ni golpes que lleguen nunca ahí dentro. Esa luz nunca se apaga.
Qué es la pérdida sino el olvido.
Y yo no quiero olvidarme.
La magia de Coco
Si la habéis visto, lo sabréis. Y sino, os doy una maravillosa excusa para verla este fin de semana (o para volverla a ver). La película Coco tiene la magia que necesitaba esta semana rara y es el maravilloso ejemplo del poder de recordar y pensar a alguien.
Y ya sabemos que la magia está para usarla.
Me he ido en busca de aquel libro que hablamos una vez y me mataría porque nos cruzásemos. Yo vestida con esa camiseta que te gusta, con el libro ya en la mano, y tú, sonriendo, y con tiempo para quedarnos bebiendo vino toda la vida.