Te aviso y te anuncio que hoy renuncio
Leí en un tuit que compartía Janira Planes (ironizando sobre él) una frase típica de gurú del emprendimiento y del éxito que decía que lo mejor para tu carrera profesional era no enamorarte entre los 22 y los 29 años. Qué sabrán ellos. Los veo y veo la escena del Indomable Will Hunting en la que Robin Williams, muy contundente, le dice a Matt Damon que él cree que sabe lo que es el amor porque lo ha leído en libros pero que no tiene ni la más remota idea de lo que en realidad es porque no lo ha vivido. Creo que a estos gurús les pasa un poco lo mismo: sobre el papel saben crear tu plan de vida pero se olvidan de que la vida no es un excel (Y MENOS MAL).
Me asestan decenas de mensajes sobre cómo debería organizar mi camino vital, ser más eficiente y, definitivamente, triunfar como si alguien le hubiese pedido a toda esa gente que nos lo contara y nos obligara a seguirles. Como si alguien les hubiese dicho que necesitamos su luz para conseguir un éxito al que ni siquiera aspiramos.
Me termino el café mientras es jueves por la mañana en Bali y estoy rodeada de plantas, arrozales y un sol que limpia el aire y me baña los brazos. Mientras me como unos benedict riquísimos pienso en cómo responderles y mi idea brota de la palabra “renuncia”. Poderosa mientras yo sigo tan tranquila.
La RAE dice que una renuncia es una dimisión o dejación voluntaria de algo que se posee, o del derecho a ello. Voluntaria. Lo estoy decidiendo. Yo paso. Ya lo decía Shakira en ese temazo: que hoy te avisa, que hoy renuncia.
Por eso quiero renunciar: renuncio a su modelo de éxito, a algunas oportunidades por ser leal y no pasa nada-vivo tranquila con ello, a escuchar a los gurús que me digan que no me enamore o no pase tiempo con gente diferente a mí (esta famosa ley cool de rodéate de gente que piense como tú me da pereza y la veo endogámica, asfixiante y poco diversa) para centrarme en lo importante; me dará mucha lástima ver como están construyendo futuros vacíos con las cuentas corrientes llenísimas. Renuncio a pasarme demasiadas horas trabajando y no dedicar horas a lo que me gusta hacer o a hacer la nada. Renuncio a no exigir lo que creo que merezco (profesional y personalmente). Renuncio a sentirme mal por rechazar algo que creo que no conviene o a martirizarme por cambiar de opinión. Renuncio también a grandes viajes en verano porque no hay nada mejor que los veranos en el Mediterráneo. Renuncio a quedarme dónde no es recíproco en actos aunque lo sea en palabras, renuncio a ver a la gente que quiero con un reloj de cuenta atrás y renuncio, absoluta y soberanamente, a montar mi vida como me digan otros y no como yo de verdad quiera.
Vivir es renunciar porque vivir es decidir, así que me dejen cometer errores, no tener el plan perfecto y querer demasiado porque el tiempo se gasta, se va y no vuelve. Y el tiempo queriendo posee la magia de volverse eterno.
Salud y feliz viernes.