También de lo malo
Hablemos de lo malo, también de lo malo. También de lo gris porque benditas sombras a veces como hacen que luego uno brille más. Hablemos de lo malo porque yo odio el excel y todo lo cuadriculado. No me gusta hacer presentaciones de nada, yo prefiero contarlo, mi caos mental solo encuentra orden en libretas de papel con listas que se suceden y se tachan, como reivindicando que se cumplieron. Y la realidad es que ni con esas me ordeno. Soy así sin ser artista ni otra excusa mejor.
No me siento especialmente cómoda sacando a relucir lo que me duele y he inventado un proceso maravilloso en el que soy capaz de ser una centrifugadora mental mientras sigo como si nada. No suelo enfadarme y exploto por cualquier lado, me mata el enfado porque prefiero la alegría, pero al llevarlo por dentro se vuelve contraproducente. No soporto las mentiras pero siento que vivimos rodeados de ellas (quién este libre que lance la primera piedra). Me empeño en poder con todo y me vuelvo despistada y me altero con facilidad porque a veces voy sobrepasada. Subo a lo más alto tan rápido como me destrozo, es imposible seguirme porque ni yo misma tengo idea de qué emoción me asaltará.
Lo tengo claro pero mi imaginación, que nunca se calla, siempre se presenta con giros inesperados. No me gusta cuando la calle se queda mojada después de llover. Yo proyecto en positivo pero a veces la vida tiene otros planes y no, no sale. Me tomo demasiadas cosas a lo personal. Tengo que tomar tantas decisiones que no tomo ninguna porque tengo miopía en todos los sentidos. O amas o temes. O decides vivir amando o decides vivir teniendo miedo. O avanzas o bienvenido a tu estanque. Siento que estoy en el borde de una piscina y todavía no me he atrevido a mirarla.
O quizás sí.
Quizás hay que empezar por el principio, vayamos mejor al mar, hablemos de lo malo, también de lo malo.