Siento (que no pienso)
Me gustaría poder hacerte sentir la familiaridad de estas calles en las que la jacaranda explota. He vuelto (prometí que volvería siempre) a uno de los lugares de mi vida.
Me siento parte de esto (sea lo que sea esto) yendo en el autobús como sabiendo adonde voy. Quizás es que ya lo sé.
El otro día fui a una exposición de Alejandra Pizarnik que me removió porque las personas que hacen lo que les da la gana y crean arte me generan fascinación. Las paredes de Buenos Aires están repletas de carteles que gritan exactamente lo que necesitabas leer.
Escribo esto sentada en una terraza al sol:
El aire caliente mece mi pelo mientras siento (que no pienso) que todo sucede en mí, que dentro están las estrellas, que la espuma del café es sutil apareciendo y yéndose. Me gusta, sabe irse. Siento lo pequeño, el detalle, la huella dactilar. Siento la mirada transparente, la acera con sus imperfecciones, el sol que golpea en el punto exacto. Siento que esta ciudad vibra, que saboreo las medialunas, que las vistas me enmudecen ahí dónde el cielo y la tierra se juntan en el Cementerio de la Recoleta. Siento que ojalá lo vieses, que flotases, que sonase tu canción.
Ayer Lucila y yo nos encontramos un colibrí y yo siento que fue él el que nos encontró a nosotras, entre vermús y confesiones. Fuimos al concierto de Aínda y la cantante pronunció: “pase lo que pase, hay algo que podremos hacer siempre: volver a amar”. El verano está llamando, las ventanas están abiertas. Siento la fortuna, la del que la busca. Siento que estoy encontrando porque, por fin, me puse a probar asumiendo que erraría. Siento que será que sí, siento que es aquí.