No suelo hacerlo y sigue costándome pero hoy no veía otra manera. Mi abuela Lita se vino a España con más de 40 años, separada y con un hijo –que vendría un poco más tarde–. Se vino de Buenos Aires a buscar una oportunidad, a ver qué pasaba. Se vino a renacer porque se nace una vez, pero se renace las que quieras. Aquí encontró un hogar a más de 12.000 km de su casa, se volvió a enamorar y se dedicó a hacer lo que le gustaba.
Era enfermera, le gustaba cuidar, se le daba tremendamente bien. Trabajó haciendo la vida de los mayores más divertida. Trabajó para darles ilusión y bienestar, para darles motivos para despertarse el día siguiente. Se apuntó a la universidad con más de 60, fumaba compulsivamente y me enviaba e-mails con gifs y cadenas supersticiosas desde el año 2000 cuando ni siquiera existía el messenger.
Era irreverente y algo gritona y caótica. En esto último soy idéntica. Nos decían que teníamos las mismas manos y los mismos pies terriblemente feos. Siempre fue a su bola, lo hizo a su manera. Le encantaba el paté y el queso en todas sus variantes. Siempre estaba dispuesta a hacer cualquier cosa. Ella h-a-c-í-a. En la universidad me pidieran escribir una historia sobre algún mayor cercano y la elegí a ella. Fue mi manera de decirle que la admiro. Era 2014 y tengo grabadas en el teléfono horas de charla de su vida y conozco algunos de sus temores. Es curioso que se definiese como tímida y miedosa de pequeña, cuando yo lo único que veo es valentía en todo lo que hizo.
De ella aprendí que se puede amar de muchas maneras. También el valor de hacer lo que sientes y de seguir tus instintos. La capacidad de volver a empezar. La fuerza. Y aunque ella ya no se acordase, en mí sigo teniendo conversaciones, olores, abrazos. Tengo cerquita sus manos, su forma de ver la vida, dando a los demás pero teniéndose en cuenta, siendo firme en sus decisiones, mandando a la mierda lo que no y riéndose de lo que venga.
Aunque se vaya, nunca se va. Porque alguien que ha sido, no puede ya en adelante dejar de haber sido. Recojo el testigo, me encantará vivirte.
Iaia, qué suerte más increíble haberte conocido.
Se apagan las luces. Empieza la función —porque la energía es eterna.
Que bonita descripción! Has conseguido transmitirnos una pequeña parte de la esencia de tu abuela. Una persona admirable! Eres muy afortunada de haber disfrutado de ella. Las personas no se van, siguen viviendo en nuestra memoria.