Raíces
Saber que puedes
Querer volver. O saber que puedes. Que podrías hacerlo.
La nostalgia de los olores. A la cena haciéndose, ese humo de la sartén huele como ninguno. Los sonidos algo lejanos. El mar rugiendo. Quizás los vecinos de enfrente y los de al lado comenten en diagonal el tiempo. El calor pegajoso entre los arrozales. Atardeceres rojizos, incendiados. Te preguntan qué quieres comer mañana y tú piensas que si no sabes que quieres ser mañana, cómo vas a saber eso. Las siestas del renacimiento en tu rincón. Las aceras que se convirtieron en un pasillo más de tu casa o acordarte de que no puedes pagar con tarjeta una cerveza.
El término echar raíces sirve para los árboles y también hace referencia al hecho de establecerse en un lugar con perspectiva de largo plazo. Da oxígeno y permanece.
Llevo enfrascada unos días con la relación de nuestra generación y el término raíces, cosa que me llevó a conocer a Simone Weil, filósofa francesa, cuyo texto L’enracinement (Echar raíces) publicó Albert Camus poco después de su muerte. En él, Weil, explica que «un ser humano tiene una raíz en virtud de su participación real, activa y natural en la existencia de una colectividad que conserva vivos ciertos tesoros del pasado y ciertos presentimientos del futuro».
No sé qué pasaría si en lugar de tantas inseguridades que llevamos a cuestas, las cambiásemos por raíces que echar donde lo necesitásemos. El lugar no importa. No hablo de quedarse quieto, hablo de cargar con nuestra esencia, de no abandonarla. Porque las raíces, como sucede con los árboles, hacen posible que crezcamos sin perder la perspectiva.
Bendito olor a la sartén de casa, bendita humedad pegajosa.
Prefiero toda la vida no aguantarte a vos
Este miércoles, último día de septiembre, murió Quino. El dibujante argentino conocidísimo por Mafalda, el personaje de su vida, fue siempre para mí una conexión con mi familia argentina y con unas raíces que si bien no viví físicamente, llevo siempre encima.
Este miércoles se fue un poquito de mi infancia por la ventana. Y recordé la viñeta en forma de imán que les traje al volver de Buenos Aires hace un par de años a mis amigas, para el que era, por aquel entonces, nuestro piso en Lavapiés.

Mochilas medio llenas. O medio vacías. Como lo quieras llamar tú. Sí. Mejor con carga ligera. Pero no sin carga.
No te olvides de las raíces.