Quiero intentarlo
Semana gris. Pruebo a encontrar la belleza de intentarlo, de ese fragmento de tiempo en el que estás completamente convencido de que es un sí. Hablo del trabajo de tu vida, de la persona de tu vida, hablo de la ciudad de tu vida, hablo de extremos porque no sé hablar a medias aun siendo consciente de que hay mil matices. Aun con la totalidad que supone un “estoy seguro”.
Esta semana leía que hay un montón de cosas que nos gustan, pero realmente pocas que nos enamoran inevitablemente. Y escribo inevitable como un concepto absolutamente premeditado. Te enganchan, no puedes parar, repites cada semana, incluso has decidido levantarte cada día a su lado, te quedas hasta las tantas leyendo-hablando-escuchando, cogerías un coche y conducirías 8 horas para verle. La persona o el grupo de música que te quita la respiración. Todo parece lejos y cerca cuando te mueres por algo o por alguien. Digo lejos porque los 10 centímetros que te separan parecen un muro, pero cruzarte un oceáno podría ser ahí al lado si te lo propones.
Bailo enfrente del espejo pensando que quizás hoy tenga más ritmo que ayer. Pregunto mucho porque ir sola está bien pero conseguir algunos sí desbloquea miles de puertas inimaginables. Le cuento hasta al vecino lo que hago. Hablo demás. Apunto las ideas en una libreta con boli negro y me digo que quizás mañana salga, pero no lo dejo a la suerte. Recorro caminos de polvo y me enfrento a una infinidad de negativas. Por cada cosa que sale bien, aprendo a lidiar con la palabra ‘no’ más veces todavía.
Y por eso no puedo dejar de intentarlo. Las mejores cosas que me han ocurrido han tenido que ver con certezas que he tenido basadas en una seguridad subjetiva aplastante, con momentos de lucidez absoluta sobre un ahora que me volvía loca, con billetes de avión comprados sin mirar, con promesas al oído, con pasarme de cursi, con escribir te quiero en mayúsculas, con preparar sorpresas que nadie había pedido, por decirte que cuentes conmigo aunque sea para estar en silencio.
Quiero una vida llena de matices en sus extremos y quiero intentarlo. Intentarlo hasta el final.
De los libros
Este septiembre leí “¿Dónde vamos a bailar esta noche?” de Javier Aznar —últimamente sé que estoy recurriendo mucho a los libros pero es que los libros lo saben todo, qué voy a hacerle—. En un capítulo del libro habla de su infancia y de su tenacidad con una máquina expendedora de botellas para conseguir que cayese una más. Valga la metáfora para cualquier cosa en la vida. Sigan apretando. Como niños, como si les fuera la vida en ello.
Aquí te dejo el enlace del libro en Todos tus libros, que si no lo conoces, ya estás tardando en cotillear.
Es maravilloso, sencillo y divertido. Y creo que a veces necesitamos eso y nada más. Muchas más veces de las que creemos, vaya.