El lunes por la noche estuve hablando con Lucila y ella acabó escribiéndome: “Tener ganas de algo que sabes que va a suceder es muy lindo. Es tal vez la mejor sensación del mundo ;)”
Sabía lo que iba a hacer el miércoles y aun así me gustaba la idea de imaginármelo. Sabía que el viernes iba a ser un día bueno y me provocaba una sonrisa casi inevitable. Deseé que el domingo también lo fuese.
*
Cómo te sientes en la previa a que ocurra algo es el indicador de estar quedándote en el lugar adecuado, o, en su defecto, yendo hacia él. Los momentos previos son el termómetro, indican a dónde te lleva el cuerpo, dónde se te va ese pensamiento cuando no piensas en nada, qué planeas cuándo no te cabe una hora más en la agenda, cómo fabricas un instante sin apenas herramientas, a quién llamas cuando no quieres hablar con nadie, por quién te calzarías cuando ya te habías quitado los zapatos, con quién te queda siempre algo más por hacer, algo más por contar, algo más por preguntar.
Las sorpresas siempre vienen como una bomba, inesperadas, suponen picos de intensidad, son grandiosas. Me encantan. Pero llevo unos meses encontrando mucho calor en preparar lo que quiero que ocurra y en saborear esos momentos previos de forma lúcida. Redescubriendo el hecho de saber, de saber y estar igual de emocionada.
Creo que la vida es un balance entre lo que desconocemos, nuestras intenciones y las de los demás con nosotros. Sería inocente pensarnos como islas solitarias que deciden cada paso que dar, casi tanto como caer en el escepticismo de que no podemos decidir absolutamente nada. No estoy diciendo que no quiera sorprenderme más, sólo me atrevo a afirmar que estoy encontrando hogar en algunas decisiones mucho más seguras que antes.
Me estoy enamorando de algunas certezas, que a pesar de que siempre serán inciertas por su propia naturaleza, ahora mismo sé que son. Aunque se me pueda escapar lo que ahora tengo, aunque se me escurra por las manos, como el tiempo, como el jabón mojado, estoy poseyendo un instante tan poderoso como para que pese más que el miedo o la simple ambición por lo desconocido.
Es una sensación poderosa la de querer lo que se tiene y construir con la calma de la tierra firme o del mar con apenas marejada. Sobre todo cuando aprendes que nada de ello implica renunciar a la aventura, sino darle la forma de juego en la que nadie pierde.
Estoy sabiendo lo que va a ocurrir y me está gustando. Ahora, por lo tanto, esto es verdad y entonces da un poco más igual lo que ocurrirá luego.
Cosas bonitas de esta semana:
He pasado mucho tiempo muy bonito con mis amigos: un sábado desde mediodía hasta la madrugada con conversaciones en terrazas, bares y balcones. Los días que más me gustan de Madrid son aquellos en los que puede pasar de todo y gente que quiero mucho se mezcla.
Benja me trajo Biscoitos Globo de Río.
Desayunar el domingo en calma.
Dormir una siesta.
Tomar un cafecito con Mahmoud y un vino con Mar.
Leer en los jardines del Prado al atardecer.
Dormir con las ventanas abiertas de par en par y leer con luz tenue antes de dormirme.
Que Sofi y yo pensásemos juntas en vernos en la ventana que más nos gusta.
Planear el encuentro de este domingo.
Que Nadia haya venido a Madrid y nos hayamos visto después de muchos meses y nos hayamos reído y llorado más o menos por igual.
Estar con Andrea en casita.
Ir al cine, comer noodles, beber cerveza, hablar de todo.
Las conversaciones de whatsapp con Lucila.
Qué bonito eso de saberse en el lugar adecuado por cómo se siente la espera. No por lo que pasa, sino por lo que se intuye. Me ha emocionado especialmente esa idea de enamorarse de algunas certezas, aunque sepamos que pueden desvanecerse. Es como encontrar paz en medio del movimiento.
Gracias por compartir estos fragmentos de tu semana, Carla. Dan ganas de vivir más despacio, de mirar mejor, de abrazar lo cotidiano con más intención. Y sí, tener ganas de algo que sabes que va a suceder… es de las formas más dulces del amor (por alguien, por la vida, por uno mismo).
"Estoy sabiendo lo que va a ocurrir y me está gustando" ❤️❤️