Puertas abiertas
Allá va, iré al grano. Mis aprendizajes de 2021:
Si se te queda encallado un coche en el barro usa piedras y palitos, pero, en serio, evita meterte con el coche en un parque natural a 30 grados. Aun siendo incierta, tengo la certeza de lo que no se irá, pero he aprendido a soltar. Me he decepcionado y he pensado que me había vuelto a pasar lo mismo. ¿Cuántas veces tiene que pasarte para que deje de pasarte? Lo veremos próximamente en los mejores cines. He vuelto a cometer actos dignos de un gran ridículo pero es que mira, yo soy así y así seguiré. Quién me quiera que lo haga por como soy y no por otra cosa. Así sabré que es verdad.
He repetido aprendizaje con las expectativas, que mejor que sean las mías. Y me he gastado más dinero del que debería comprando más vuelos de los que debería. Pero es que a mí las cosas me hacen ilusión a la mínima y no al revés. Proyecto en positivo y el tema del pasado me lo tengo que revisar porque a veces la nostalgia me persigue.
“Deja que te ayuden” y repítelo hasta la saciedad como un mantra. Aunque por enésima vez haya comprobado que la pena se me da mejor pasarla sola. Lo de llorar, mejor a lágrima suelta y sin medida. El llanto a cuajo y la risa inmensa. Reírte de ti mismo es muestra de inteligencia y hay mucha valentía en decir que la has cagado sin vergüenza y con la honra del que la jode porque lo hace. He confiado porque no me quedaba más remedio y cuando lo he hecho he pensado que deberíamos confiar más pero que a veces nos nublamos por todo lo gris que hay en el mundo. Me dedicaron la canción Despeinada y entendí más tarde que era un piropo. Yo lo de peinarme lo sigo llevando fatal y lo de pillar los piropos también.
La belleza de la alegría es inconmensurable. En la primera página del cuaderno que estoy apunto de terminar apunté: siempre se acaba encontrando la manera. Y es que en realidad hay mil maneras. Nos preguntamos demasiado “¿y si no?” y muy poco “¿y si sí?”. Me he despedido, varias veces, de diferentes formas y ya lo siento, pero odio las despedidas. Prefiero los hasta luego, los hasta mañana, los ya hablamos. Y es que todas las promesas no se cumplen, pero las cumplidas valen por diez. Acepta que no vas a poder controlarlo todo y que eso forma parte del juego. A mí la ficción ha vuelto a salvarme.
He sentido el éxtasis de una meta cumplida y también el vacío que en ocasiones da una felicidad compartida a medias. Ahí supe que una cosa no quita la otra, que simplemente coexisten. Me he sentido orgullosa de lo que estaba (y estoy) haciendo. He pensado más que nunca en cómo quiero vivir mi vida y he tomado más decisiones. Entre mi caos había un orden, en mi cabeza tenía sentido. He practicado el arte de estar y viajar sola y poder estarlo en paz me ha dado la perspectiva de cómo quiero que sea mi compañía. El tiempo que le dedicas a alguien, también a ti, es lo único que tienes de verdad aunque se te escape por las manos. Ser capaz de dedicarlo no hace que te quieras menos porque el amor se multiplica.
Hacerse respetar y ponerse en valor sirve para completamente cualquier cosa en la vida. Pero eso lo tienes que hacer solo tú. Ser complaciente tiene un límite y tú estás por encima. El balance entre darlo todo y saber parar es la clave. En serio, tómate un día para no pensar en nada. Mira más las estrellas. Mostrarte vulnerable te da poder, no te hace parecer débil, no delante de las personas de tu vida. Esa selección ya es cosa tuya pero arráncate los escudos con ellos.
Las palabras lo cambian todo y también se las lleva el viento. Quédate con quién se quede contigo con todas las consecuencias y con quién haga, con quién haga por encima de todo. Pronuncia ese te quiero, di que te ha encantado, que tienes ganas de verle o que le echas de menos. Sin estrategia alguna, sin evasivas. Si alguien se asusta, recuérdale también que las puertas siempre están abiertas. Saber irse y saber callarse es un arte y está infravalorado. Decir que no a lo que no suma, también.
En las puestas de sol se acaba el mundo y se vuelve a empezar. Esa es su magia. Agárrate a esa sobremesa de domingo de verano en casa. A aquella barra ruidosa y brillante. A aquel vuelo al otro lado. A aquellos primeros pasos de salsa sin dignidad.
Si volviese atrás volvería a preguntarlo aunque supiese la respuesta. Hay cosas que hace años eran imposibles y ahora son reales. No te olvides de celebrar cada instante de alegría.
A veces, mentira, siempre, la vida es sencilla y maravillosa. A pesar de las piedras en el camino. Incluso con las piedras en el camino.
Seguiré soñando aunque a veces tenga pesadillas.
Me iré a dormir tranquila porque más que nunca estoy haciendo lo que siento y sintiendo lo que hago.
Feliz año nuevo.