Pequeñitos y fugaces
La RAE dice del vulnerable que es alguien que puede ser dañado física o moralmente. Alguien que expone sus debilidades, sus miedos y mira transparente. Eso lo añado yo.
Hace unos meses la cantante Zahara presentó sus últimas canciones en las que se desnudaba para sanarse y se exponía, con todo lo que eso conllevaba, a un pasado que la hirió. La poeta Alejandra Remón escribe en el primer poema de su nuevo libro: “La belleza sin artificio. Las emociones sin máscara. El cariño sin límites y la vida sin miedos.” El actor Dani Rovira publicaba hace unos días un post que decía: “odiar es pa’ flojitos. La gente fuerte ama, ama un montón”.
Dice la RAE también, como ejemplo de frase en el uso de la palabra, que “los niños son vulnerables”. Claro, claro que lo son. Los niños no tienen miedo a decir que tienen miedo, o que están tristes. No lloran encerrados en la habitación ni se tragan el nudo que tienen en la garganta fingiendo que no pasa nada. Ellos derraman las lágrimas, gritan y patalean. Dicen muy rápido si algo no les gusta y también lo adoran sin hacerse los duros. No tienen que disimular si algo (o alguien) les encanta porque les importa un bledo lo que nadie piense sobre el amor que están dispuestos a dar. Ellos aman y ya. Ya veremos (como en todo).
A medida que crecemos, perdemos espontaneidad y ganamos en vergüenza y en orgullo inútil. Nos asusta más el futuro y medimos las palabras para no parecer unos débiles. Imagínate que lo soltamos todo y se asustan, mejor racionar el cariño, claro, que como la vida es infinita, ya habrá tiempo.
No nos da por pensar que mostrarnos vulnerables podría significar que nos sentimos más seguros de quiénes somos y de lo que queremos. Que se lo digan a Zahara. Que en un mundo de máscaras la vulnerabilidad es de valientes. Que ser vulnerable es un poder.
No nos da por pensar que somos muy pequeñitos y fugaces como para tener miedo a parecer débiles y que en la verdad hay grandeza, que no hay más grandeza que no ser nada pero sentir que podemos serlo todo.