"Parecen hormiguitas"
Llevo dos semanas haciendo yoga unas cuatro veces por semana. Por primera vez en algunos meses me está despertando, sin ningún despertador, la energía de practicar algo físico y ayer conseguí, después de 8 clases, poner la mente en blanco mientras meditábamos al final de la sesión. Este rincón tiene un magnetismo que empuja a sonreír, a hacer más y a estar completamente en paz. Es curioso como se pueden querer cosas aparentemente contrarias.
Ayer, para explicar una de las posturas, el profesor utilizó esta frase: “open your heart to the universe”. Y ahí estaba yo, apunto de caerme, con los músculos temblando y repitiendo en mi interior que sí, que es eso. Cuando haces cosas, pasan cosas. Cuando te abres a lo que venga, algo acaba llegando. Da igual las veces que se hayan cerrado puertas mientras tú vuelvas a abrirlas.
El fin de semana estuve en Uluwatu con María, a la que conocí la semana pasada, y otros amigos suyos, a los que conocí en ese instante. Cuando recorríamos las playas se veían, a lo lejos, un montón de surfistas preparándose para coger olas. Yo dije “parecen hormiguitas”. Ellos, dentro, debían de estar remando hacia olas gigantes. Y es que se puede ser insignificante pero estar lleno de significado y creo que esa es, sin duda, la condición más humana. No somos nada pero mientras estamos aquí nos cabe una vida para sentirla entera, una vida para emocionar a cada poro de la piel.
En Uluwatu, al sur de Bali, cocinamos pescado fresco en una cocina sin paredes y con vistas al mar, compramos verdura en un mercado, nos bebimos cocos en la playa, recorrimos caminos sin apenas asfalto, hablamos mucho, bailamos más y nos reímos hasta llorar. El mejor plan del mundo.
Hoy he abierto los ojos, justo al acabar de meditar, sintiendo la energía en el cuerpo y he pronunciado en voz muy bajita, casi inteligible: “tengo la vida que quería”.