No me gustan mucho los martes. Vaya, no me gustan nada. Recuerdo que de pequeña siempre aborrecía la idea de que estaba muy lejos el viernes y demasiado cerca el lunes. En mitad de la nada, en un limbo. Tampoco me han gustado nunca las mitades, qué le voy a hacer.
Este mismo martes tengo un encuentro en Amapolas en Octubre montando una de esas cosas locas que me pasan. Y al salir, consciente de que odio los martes, me meto en un bar para editar cosas que ando escribiendo y en lugar de un café, me pido una copa de vino. El lunes había descubierto la lista de reproducción de la escritora Alejandra Remón y resulta que me flipa. Me inspira. Me la pongo y logro escribir mejor que antes —signifique lo que signifique eso—. Me termino el vino rozando las 9 en punto, hora en la que cierran los bares. Cierro yo también el ordenador y vuelvo andando hacia la Gran Vía desde Chueca.
De camino veo a una pareja, ajena a la ciudad apagándose, dentro de un bar cerrado, bailando, dando sus primeros pasos. Los espío dos segundos que son suficientes para provocarme una sonrisa. Que no dejen de bailar, por favor.
Llevo desde hace una semana escuchando a la Shakira del 98. Maravillosa. Me pongo a volumen altísimo “Inevitable” y llego hasta la Gran Vía creyéndome la reina del pop. Ha dejado de llover y hace algo de fresco. Alcanzo la parada del bus y consigo el asiento que más me gusta, a la izquierda y pegada a la ventana. Con la música altísima observo las luces de la ciudad y justo me salta la siguiente canción: “Puedes contar conmigo” de la Oreja de Van Gogh. Remember. Habla de si te acuerdas de aquellas noches de invierno por Madrid. Yo sí.
Se me empieza a ocurrir esta carta mientras pienso que mañana puedo dormir un poquito más y que cuando llegue a casa estará Mario y hablaremos del miedo de hacernos adultos mientras cocinamos la cena de siempre. Cada uno con su especialidad y que no cambie. También es posible que nos dé la risa floja. Le insistiré en la importancia de celebrar.
Descubro un podcast de la periodista Almudena Ariza que habla de gente anónima y espero que mi abuela llame, porque siempre lo hace antes de las 21.30hs. Nos contamos que nos vamos a hacer de cenar y me dirá que “hay tres borrascas hasta el jueves”. Me pondré el pijama y me abrazaré a este cojín al que ahora le he cogido el gusto. Empezaré un libro nuevo. Mañana me levantaré y estaré haciendo lo que me gusta, sin “tener que” nada. Probablemente se me ocurrirá otra idea loca y querré convencer a alguien de algo. Escribiré otra intensidad. Cogeré otro autobús. Buscaré una cafetería bonita en la que trabajar. Y habrá un momento para apretar el botón de ‘pausa’ con alguien que quiero. Porque el tiempo que se busca, se encuentra.
Hace algún tiempo alguien a quién quiero mucho me dijo que una de las cosas que más le gustaba de mí era lo especial que hacía lo cotidiano.
Espero no defraudarle porque a veces se me olvida, pero estaba tan feliz en un martes que odiaba, que llegué aquí y escribí esto.
Lo normal puede ser extraordinario.
Me encuentro con esta portada de Vanity Fair Italia justo después de escribir todo lo anterior y pienso que, sin dudarlo, tienes que ser un apasionado de las causas normales para estar 80 años al lado de alguien. Las mareas ya llegarán. Y habrá que agarrarse fuerte.
Veo que existe y me hacer creer, un día más, en el abrazo infinito. Y no pienso dejar de hacerlo.
"Tienes que ser un apasionado de las causas normales para estar 80 años al lado de alguien..." hacer de lo ordinario algo extraordinario. Porque cada latido, cuenta! Enhorabuena por tu martes!