Yo siempre hago deporte a las 7am porque creo que me sienta bien, que es lo que me va, que amo madrugar; pero el otro día decidí cambiar mis rutinas e ir al mediodía. Parar la jornada de caos, sudar, volver. Supe después que la noche anterior hubo una gran luna llena, quién sabe si fue por eso.
Cuando llegué empezaron a decir que había sorpresa y creedme que odio las sorpresas en cuanto a deporte se refiere. Yo quiero lo de siempre, mi zona de confort, mis movimientos que conozco, mi horario. “La cagué” pensé de inmediato abocada a alguna clase cool a la que no habría querido apuntarme.
Pero nada más lejos.
El elemento inesperado en cuestión era Luciana, una chica, y la sorpresa era que íbamos a ser alumnas de la primera clase que Luciana iba a hacer en su vida. Casi sin hablar, no hablamos en realidad, nos dispusimos como un ejército de animadoras de Luciana, a la que la mayoría no conocíamos de nada. Pero allí estaba ella, con una sonrisa y con unas ganas que se contagiaban, y allí estábamos nosotras, aplaudiendo, gritando por encima de la música y sonriendo más que de costumbre. Era imposible que, pasara lo que pasara, saliese algo mal porque Luciana no estaba sola: tenía a un grupo de personas subidas a ola de su pasión acompañándola sin dudar.
Entre un puñetazo y otra patada la piel se me empezó a erizar como si estuviese sucediendo algo más que una coreografía deportiva.
Al terminar, con aplausos, gritos y caras de ilusión colectiva, cerramos los ojos para estirar y Luciana nos contó que la noche anterior no había dormido y había pedido a Valentina, la profesora, hacer su primera clase la siguiente semana. Le dijo que no se sentía lista y que estaba angustiada. Valentina no accedió y le dijo que confiaba en ella. Luciana llegó y lo hizo. Y lo hizo increíble.
En su desvelo se cruzó con algo que leyó —el universo siempre habla si tienes ganas de escucharle— que se convirtió en un pensamiento más fuerte y que empujaba. Quiso compartírnoslo y dijo lo siguiente: “estar listo no es un sentimiento, es una decisión”, uno no está listo, sino que decide estarlo.
Cuando abrí los ojos, llenos de lágrimas, claro, entendí por qué había cambiado la clase sin saberlo. Definitivamente había sucedido algo más que una coreografía deportiva.
Supe para mis adentros cuánto necesitaba escuchar aquello y cuántas veces evité tomar decisiones para cambiar algo, empezar otra cosa, acabar con un final anunciado. Cuántas veces me sentí menos, poco preparada, peor que otros. Cuántas veces creí que yo no estaba a la altura, que no lo merecía: aquel amor, aquel trabajo, aquella oportunidad. Cuántas otras ni siquiera me atreví a soñar y descarté las opciones antes de jugar la partida.
Por eso quiero grabarlo a fuego, en piedra, bordarlo en una camiseta, pintarlo en una pared: nunca se está listo, sólo se decide estarlo.
Decidido.
Cosas bonitas de esta semana:
El fin de semana en Mallorca con la excusa del 30 cumpleaños de Santi: despertarme lento, ver el mar en una cala paradisíaca a dos minutos de casa, leer en silencio, hablar todo el día, cocinar un asado, navegar y tirarnos al mar helado, comer dulce de leche por encima de nuestras posibilidades, reírnos hasta morir, no dejar ningún tema por hablar.
En concreto: abrir una lata de cerveza recién salida del mar viendo la playa a lo lejos y con olor a las pinadas inundándolo todo.
Que Rodri me descubriese Zoé.
Terminarme ‘El verano en el que mi madre tuvo los ojos verdes’ que fue el regalo de Sant Jordi de Roger. Qué librazo, por dios. Qué señor libro.
Esta conversación sobre el sentido de la vida y el arte del Papa con un cómico argentino. Lucas citó a Dante y el Papa a Borges. Inigualable. “El arte empuja, te tira para adelante, te libera, te ensancha el corazón…”. Qué emoción.
Los momentos grabando con Flor: hablando de la vida, haciendo el tonto, jugando a ser otras, nosotras, a probar, a ver qué sale, viendo atardeceres, paseando por Madrid.
El desayuno con Ixone pasadas de entusiasmo en Bucólico.
Los vinos, quesos y cecina con Iolanda en Cuenllas.
Un vuelo comprado para un viaje con mi madre.
Una invitación enviada a gente que quiero mucho.
Una pintura que me está volviendo loca.
Un cartel que me encontré: “y aún así me levanto”.
La estricta primavera desatada: la vuelta del Prado pasando por el Congreso mientras se cernía la noche en mi cabeza y el corazón no me cabía en el pecho.
Yo también me terminé el libro que mencionas este verano. Y me encantó. Como tu carta ;-)