No sé qué pasará el domingo pero sí sé qué está pasando ahora. La primavera explotó con una ciudad entera. Sigo sin escribirlo del todo pero grabando en mis ojos cada instante y sintiéndolo en la piel tanto que duele porque hay sensibilidades que se activan. Es viernes, el último antes del verano, quedan dos semanas para que acabe el año.
El lunes quedé con Paz, una chica que conocí viendo un partido del Mundial en un bar. Estaba con un amigo, los dos habían estudiado Filosofía y justo Paz se acababa de mudar a Madrid hace unos meses y estaba de visita en Buenos Aires. Hablábamos de mi hermano, que también estudia Filosofía y justo mi hermano me escribió para pedirme un vinilo de Serú Girán que yo llevaba dos semanas buscando para comprarle a él. El lunes acabó hablándose de coincidencias, de vidas y de viajes vitales.
El martes fue una locura. Quizás lo salto porque para qué ponerle palabras cuando hablan las pupilas abiertas, los nervios y ese abrazo final. Siempre acabamos con Lu comiendo carne. Ese día también pedimos panqueque y flan mixto. Miré tanto este anuncio que lo sé de memoria.
El miércoles me encontré con Fernanda, a la que solo había visto una vez, justo cinco días antes de la pandemia, en Copenhague. Reencontrarnos en Buenos Aires fue mágico porque mi vida está del revés a cómo se la había contado aquel marzo de 2020. Hicimos alguna promesa en aquella cafetería del Barrio Chino. Apareció Leila y acabé cenando choripan por las calles de Palermo.
El jueves volví a ver a Eva, más de cinco años después y hablamos de mil cosas pero me quedo con esto: “uno en el fondo sigue porque tiene fe” y no hablábamos de religión. Y asistí en Eterna Cadencia al encuentro de dos autores increíbles: Tamara Tenenbaum y Pedro Mairal. Conocí a Tamara en la librería en la que compré su libro y le pude decir que me había encantado, que gracias por escribirlo —y comprobé el poder que tiene decirle a alguien algo bonito a la cara.
Fui a tomar vino a Naranjo Bar con Miguel. Naranjo Bar era un patio antiguo de naranjos que querían derrumbar y ahora sus dueñas lo han convertido en un punto neurálgico de encuentro. Porque se nace una vez y se renace las que quieras. De eso hablamos anoche.
Los lugares están repletos de nombres porque los lugares sin nombres carecerían de sentido. Serían solo edificios, solo cielos, serían solo árboles, solo bares.
No sé qué pasará el domingo pero hoy este país ríe muy alto. No sé qué pasará pero sí sé lo que ya ha pasado: no es el fútbol, es la gente.
😍😍😍🇦🇷💪🏼💪🏼