Ni tanto ni tan poco
Yo que soy tan de blanco y negro, tan extrema, tan te quiero o te odio, tan me encanta como no lo soporto. Yo que soy tan de derrochar alegría o que el día me acabe comiendo. Yo que. Ni soy tanto ni tan poco. Me muevo más en los grises y floto en la tranquilidad nerviosa de no saber, que siempre me ha gustado y he aborrecido a partes iguales.
Son días difíciles en medio del sol, días en los que pienso más y días en los que tengo ganas de dejarme llevar por el entusiasmo que me apabulla. Me doy cuenta de que no sé porque por primera vez en mucho tiempo tengo tres libros empezados al mismo tiempo y no soy capaz de avanzar bien en ninguno. Me enfado con la confusión pero tampoco tengo ganas de saberlo ya. Quiero decidir y hay algo que me dice que no lo haga, no todavía.
Me doy cuenta de que una vida cabe en un día y de que por mucho que intente controlar hasta el mínimo detalle hay saltos impredecibles y giros inesperados en cada tramo de la historia. Creo que la clave está más en entender que el cierre de una etapa no cuestiona tu valía ni quién ni cómo eres (pero sigo trabajando en ello). Que el tiempo dedicado no es tiempo perdido porque ha construido lo que eres hoy.
Tener el valor de mirar hacia delante y estar dispuesto, de nuevo, a alzar velas y cambiar el rumbo, es de valientes y el mundo está lleno de cobardes convencidos navegando hacia su propio precipicio.
Esta semana he tenido tanto de todo que no sabía ni lo que quería decir escribiendo esto. Te confieso que me enredo, pero también que empiezo a ver el color de nuevos cielos. ¿Será eso?