Entramos a Polignano a Mare con Dancing Queen sonando altísimo porque desde que le conté a Patricia cómo sería mi día perfecto lo estoy manifestando a ver si llega. Teníamos el mar, la música, el verano y poquísimo que hacer. Bajamos con el coche las calles estrechas y mientras buscábamos aparcamiento todo podría ser Mamma mia pero era mucho mejor porque lo estaba viendo yo con mis ojos. Notaba la sal en mi piel y olía el salitre.
Llevamos desde el lunes recorriendo la Puglia en coche en un viaje prometido, promesa que no puedo hacer pública pero que hemos sido capaces de cumplir una década después. Me emociono porque Patricia y yo somos de esas personas que decimos que vamos a hacer algo y lo hacemos y eso hoy en día significa tanto que no cabe en cinco líneas.
Este viaje es también una lucha por los resquicios de la permanencia. Si todo se está escapando quiero pensar que todavía puedo decidir sobre los detalles: hacerme un hueco en julio para irme a la Puglia con mi amiga sin plan, sin hoteles reservados pero con muchísimas ganas de pasar días juntas. Días que una vez fueron lo normal y que ahora cuesta rascar.
Nos hemos metido en caminos de barro, hemos caminado hacia la nada, nos hemos bebido varios spritz y botellas de vino blanco, nos ha llovido encima y nos hemos ido a dormir la siesta, hemos mirado el mar, las estrellas y las paredes blancas de estos pueblos preciosos. Nos ha sorprendido algún atardecer, nos han enseñado palabras nuevas y hemos practicado nuestro italiano. Escuchamos nuestra música de siempre y hemos hablado con la honestidad del que no pierde nada. Nos hemos zambullido en la juventud eterna ahora que la responsabilidad aprieta más que nunca.
Entre bromas hemos sabido que esta sí era la Puglia que merecíamos y hemos descubierto que nosotras la hemos creado y la hemos decidido. No somos aquellas chicas de 20 años para muchas cosas pero sí seguimos siendo capaces de reírnos de todo, de nosotras, de lo feo y de lo que hay que cambiar. No somos aquellas chicas de 20 años pero sí las tenemos dentro: hemos crecido aprendiendo a encontrarnos en todas nuestras versiones.
Hoy, al irnos, hemos decidido saludar con ‘buongiorno’ a todas las abuelas del pueblo. ‘Buongiorno a voi’ nos respondían ellas con una sonrisa. Subimos el volumen: ‘Nel blu, dipinto di blu Felice di stare lassù’ y, en un semáforo en rojo Patricia me ha dicho: ‘qué bien, está en rojo, así podemos quedarnos un poquito más’.
Pensé lo mismo.
Hemos crecido rascando tiempo al tiempo y lo hemos logrado.
Misión cumplida.
Cosas bonitas de esta semana:
Volvimos a cenar en Izakaya Han y recordé lo que me gustaba su atún picante.
El libro se sigue vendiendo y me siguen llegando mensajes preciosos de gente que ya lo está terminando. Nunca pensé en eso, en lo que pasaría después, pero me está encantando la sensación de que la historia despierte tantas cosas.
Desayuné con Elsa después de años, compartimos tiempo e historias. Descubrí El Gordito Cantina y me encantó.
Juan, Tomi y yo salimos a cenar a Casa Macareno y acabamos en Casa Brava. Tomi y yo tuvimos una conversación preciosa tomando vermú en la tarde. El planazo, qué te digo.
Comí arroz al horno el domingo, fui a ver a la iaia, mi hermano me ayudó con los envíos.
Borja y yo estrenamos el chiringuito de casa y acabamos cenando pizza. La fuimos a buscar por una Valencia veraniega y preciosa.
Me encontré con Patri en el aeropuerto para iniciar nuestro viaje.
Visitamos a Bruna, nuestra compañera de piso en Milán, 10 años después en su pueblo: Altamura. Comimos juntas y fue como habernos visto ayer.
Llegamos a Trani y es posible que haya sido el lunes más bonito en meses. Todo fue mejor de lo que nos habíamos imaginado. Estábamos allí por fin. Metimos los pies en el mar, bebimos spritz, nos morimos de risa y de calor.
Llovió en Otranto pero nos comimos una pasta espectacular y dormimos la siesta. Salió el sol tanto que nos regaló un atardecer de película.
Nadamos en agua turquesa en la Baia dei Turchi después de caminar y caminar y caminar. Hicimos un pic nic y nos tiramos al sol.
Tomamos café en un pueblo cualquiera y me pareció casa.
Llegamos a Monopoli y Monopoli es precioso, por dios. Paseamos, vimos el mar y conseguimos la mesa que queríamos para cenar justo después de salir de la ducha y vestirnos (como sabrás el mejor plan del verano, claro).
Desayunamos croissant de crema de pistacho, algo que sólo hacemos aquí pero que nos flipa hacer aquí.
Llegamos a Polignano a Mare cantando Dancing Queen.
Encontramos una terraza desde la que se veía el mar a la que fuimos 3 veces un mismo día.
Las abuelas de Polignano nos saludaron.
Que texto más hermoso! La importancia de las amigas en la vida ❤️