El domingo pasado, sentada en una playa de una isla brasileña me paré a mirar a los cangrejos salir y entrar en sus casitas en la arena. Los miraba a ellos y observaba el horizonte, el mar contoneándose algo agitado, unas cuantas personas intentando saltar de una piedra y otras cuantas en la orilla fotografiando el momento.
Estos días algo ensimismada en ese minúsculo pueblo pensaba mucho en cómo nacen las cosas: los recuerdos, algo que no era nada acaba impregnando tu alma y marcando quién eres; las amistades, un desconocido que se cruza en un momento determinado y acaba formando parte de ella de un modo familiar e incomprensible porque hay amigos por los que uno daría la vida; los amores, alguien que te encontraste por casualidad y acaba conociendo cada rincón de tu intimidad, de tus deseos, de tus placeres, de tus miedos; las cicatrices, que acaban dejando rastro en tu cuerpo y vienen de los golpes que te has llevado y, sobre todo, de las heridas que curaste (no te olvides).
Mientras escribía estas líneas y hacía malabares para contarte esta historia Residente publicaba una canción que parecía terminar lo que yo intentaba comenzar:
Por eso hay que morir para que otros nazcan
Para que nada se detenga, para que todo siempre empiece
Pero todo lo que empieza, en algún momento deja de existir
Por eso hay que vivir sin perdernos nada desvelados, sin pestañear
Así como las ventanas se desvelan para recibir al Sol
Hasta que el corazón explote
Hasta que nos tengan que sacar de la fiesta
Hasta que se nos olvide que las cosas se acaban
Para que nunca sea siempre, para que seamos infinitos
Todo nacimiento, aunque destinado a apagarse, es un éxito porque es la demostración de que la fe en que algo nuevo ocurrirá tiene sentido en mitad del rayo de la tristeza. Sobrevivimos por la ilusión de que sería posible, más allá de eso no queda nada.
Si uno se fija unas partículas chocaron y provocaron este nacimiento extraño del mundo para que yo, millones de años después, esté sentada en esta playa mirando cangrejos chiquititos que aparecen y desaparecen como estrellas fugaces entre la arena, que bien podría ser una galaxia entera. Todo para que yo pueda contarte esta historia y para que tú puedas leerla.
Dice Residente en su canción que ‘somos tanto que no cabemos’. Quizás el nacimiento extraño del mundo esté, también, contenido en nuestras pupilas y nuestra única misión sea abrir bien los ojos y salir para fuera, con la ilusión golpeada pero entera, con cicatrices y con marcas, pero creyendo que sería posible.
Más allá de eso no queda nada.
Cosas bonitas de esta semana:
Fuimos a Ilha Grande a volver a andar descalzos y hacer la nada: amo hacer viajes sin la presión de tener que ver algo, solo pensando en tirarme en la arena, leer mi librito, beber agua de coco y nadar mucho en aguas calientes.
Nadé otra vez con tortugas y cada vez que me pasa pienso que es lo más emocionante que me ocurre en la vida.
Abrí una cerveza de lata que estaba rota con una llave minúscula y estoy muy orgullosa de ser la verdadera última superviviente.
En el barco recorriendo playas había una pareja argentina de unos 65 años. A él lo bauticé como James Bond: se tiró de la piedra para hacerse la foto, hizo snorkel, daba saltos en el barco, se subió a su novia en brazos para la foto en la palmera. Lo hizo todo mientras se moría de risa y se bebía 3 cervezas. Le acabé diciendo que sus ganas de vivir insuflaban las mías. Estuvo contentísimo, acabamos despidiéndonos con un abrazo.
La conversación con Tomi y las 6 caipirinhas en la playa. Lo que estuve quejándome por comer sólo patatas fritas de bolsa y cerveza (mi sueño en realidad).
Acabar bailando cumbia en directo en el bar de enfrente del mar.
Terminar ‘Mi planta de naranja lima’ de Vasconcelos en una playa a kilómetros de dónde se escribió en los años 60. Abrazar la ternura y la crueldad a la vez.
Las conversaciones que he tenido con mis amigas esta semana: entre la risa, la sinceridad y el cuidado.
Tener tiempo para estar en silencio.
Ponerme en una situación en la que me demostré claridad en lo que no quería y darme cuenta de lo tranquila que estoy con eso.
La sensación de llegar a casa cuando llegué a Río: bajar al super, cocinar verduras y pescado, ver Saltburn mientras diluviaba.
La noche del jueves con los chicos soñando con todo lo que queremos hacer y empezando a armar un plan.
Encontré esta frase y me encantó. Acuérdate: despacio.
*Si leíste el título con el tono de la canción ‘Como eran las cosas’ de los Babasónicos, sí, tienes toda la razón.
Me encanta. Llevo un tiempo pensando en esto del ciclo de la vida, lo que nace y muere, y yo misma he muerto para volver a nacer. Gracias por este Alas :)
una lloradita y a seguir. hermoso.