Lo que sí y lo que no
Sí a ser honestos, con los demás y contigo, sobre todo eso. A los desayunos algo tarde los días de fiesta. A dar un abrazo sin que te lo hayan pedido. A dar las gracias. A pedir ayuda cuando lo necesitas. A dejarte caer los días malos. A mirar a los ojos. Sin complejos. A la cerveza que te saca de casa. A dar un paso adelante. A luchar por lo que anhelas. A desear en alto. A las tardes en el sofá tapada hasta la cabeza. Al olor de las palomitas recién hechas. A la crudeza de los sentimientos a flor de piel. A emocionarte sin tapujos. A buscar lo que te hace feliz. A doblar las páginas de un libro que tienen ese texto que justo necesitabas. A la belleza de lo tuyo. A pedir perdón si te has equivocado. A perdonarte a ti. A sentirte capaz. A equivocarte porque pruebas. A pasear sin rumbo como único plan. A bailar en casa sin que nadie te vea. A tomarte un tiempo contigo. A decir que sí.
No a la mentira. A no aceptar quién eres. A tener un miedo paralizante. A no saber parar si todas las señales te lo indican. A creer que no puedes. A compararte —siempre habrá alguien que será o tendrá más—. A la imposición. A exigirte demasiado. Al cinismo. A pretender ser alguien que no eres. A callarte algo que tienes dentro. A herir sin mirar. A herir. No a la ignorancia premeditada. A la indiferencia. A querer ser más que el resto. A la mediocridad. A no intentarlo. A rendirse. A barreras autoimpuestas. A prejuicios ligeros y atrevidos. A dejarse guiar por las expectativas ajenas. A las críticas ciegas que buscan daño. A la presión por no encajar. A no encontrar el tiempo para llamarla. A la toxicidad. A tirar la piedra y esconder la mano. A la cobardía.
(¿Cuántas veces hemos estado en ambos lados?)
Frágil, insegura, fugaz.
Fuerte, capaz, infinita.
Todos somos un poquito de eso.