«Fliparse»
Apreté el botón de parar en mi mundo de vorágine y cuando todo va despacio acaba yendo más rápido. Dejé de llegar tarde a los sitios. Lo sustituí por sencillamente llegar.
Terminé el libro de Almudena, por supuesto, a moco tendido porque llorar antes de dormirse es un ejercicio para el descanso y para el alma. Una conversación con Olga me retrotrajo a un texto de Xacobe Pato en el que decía algo así como que las mejores ideas salían de alguien que se había flipado en su habitación. Le dije a Olga que había que fliparse más.
Googleé ‘flipar’ y de sus múltiples acepciones me hizo gracia la de ‘estar bajo el efecto de las drogas’. Pensé que era un buen símil a cuando estás en ese estado en el que crees que todo es posible y que todo lo que te imaginas saldrá bien. Me dije a mí misma que tenía que fliparme más.
Visualizaba a Picasso la primera vez que pintó algo que no se parecía nada a lo que otros artistas habían creado antes. Picasso se flipó e inauguró el cubismo. Se inventó un movimiento artístico (léase con cierto entusiasmo). Hojeé un libro precioso de fotos míticas de Taschen que me regalaron y vi una de montañeros en ascenso al Montblanc en 1862. También se fliparon. Ellos y el fotógrafo.
Lucila y yo nos mandamos mails como si fuesen cartas en las que profundizamos de temas como si hablásemos con nosotras mismas. La inmediatez nunca será mejor que la ilusión que provoca abrir una carta (aunque virtual) unos días después. Sofía y yo estamos montando algo otra vez y nos fuimos de cena para ampliar el proceso creativo entre solomillo, huevo frito y vino. Rodrigo y yo hablamos del paso del tiempo y de los finales, casi que no sabíamos si llorar o reírnos. En Casa 28 sonaba Charly García y ya pusieron la foto de Messi al lado de la de Maradona con la copa.
Todos unos flipados. Y menos mal.
Ante la duda, siempre he creído que más vale pasarse de la raya porque uno no sabe nunca qué puede haber al otro lado. Si estamos equivocados al menos tendremos la certeza de que un día nos imaginamos consiguiéndolo. Y qué bonito es jugar a probar con los sueños.