El miércoles volví a conectar con mis ideas y con mi cuerpo. Volví a sentirme cerca. Salí a desayunar y el aire ya caliente de las 8.30hs de verano me secó el pelo y me noté especialmente contenta otra vez. Tuvo que ser el miércoles cuando visité a Mago, sin yo saber nada de eso. Llevaba desde la primera semana de enero con un tirón fuerte en la parte derecha del cuello y no se me pasaba, no sabía ya cómo ponerme, estaba por arrancármelo.
Tenía que poner solución así que le pedí a Lucila el contacto de un fisio, que a su vez le pidió a su familia, y fue su hermano Tomás, que es mago, quién nos pasó el contacto. Ponía exactamente “Mago fisio” y le pregunté a Lucila si ese era el nombre real. Ninguna de las dos lo sabíamos, así que opté por llamarlo “hola, buenas tardes”. Tardé días en escribirle porque nunca tenía tiempo, pero el cuello seguía doliendo y un día dolió tanto que no tuve otro remedio, escribí empujada por el pinchazo. “El miércoles a las 17hs”. “Perfecto, gracias”. Todo sin usar el nombre, claro.
Opté por confiar. Entré con una sonrisa atolondrada y me dijo que si yo iba siempre a mil hora. No lo preguntaba, lo describía, me explicitó. Me hizo un par de preguntas y yo le dije: “el cuello, dolor total, no puedo más” y empezó a estirarme las piernas porque “normalmente dónde nos duele es una consecuencia de algo que viene de antes, más profundo”.
Efectivamente mi espalda era un cúmulo de tensiones, casi ni se giraba, no rotaba el cuello. Estiramos y luego hice respiraciones mientras con presión en el abdomen me decía: “¿sabes que el hígado es el órgano de la nostalgia?”. “No lo sabía”. “Pues lo tienes algo inflamado”. Cómo decirle que llevo dos meses obsesionada con el paso del tiempo. Continuó: “noto una energía de cambio, cierras algo, empiezas algo”. Miré ya sonriendo o extrañada o un poco de las dos. “Va a ir bien, confiá, pero quitate el peso que llevas de pensar en lo que dirán”. Y siguió: “tienes las manos de mujer brava, no me preguntes por qué lo sé pero lo sé”. Y yo no pregunté, claro, y pensé en David Lynch y en su obsesión por no encontrarle explicación a todo. Una mujer brava. Ojalá.
Quise hacerle caso y decidí entonces hacer un ejercicio inverso: ¿qué ocurriría si escribo lo que no quiero? Y lo exorcizo, lo expulso.
No quiero malgastar mi energía en lugares en los que estuve y no me recibieron (o no al menos como yo merecía y deseaba). No quiero darle atención a lo que no me la da a mí. No quiero nada no correspondido. Ni decir que sí si es que no, ni decir que no por miedo. No quiero pasar ni un minuto con alguien que me hace mal ni estar mirando el reloj con la gente que quiero. No quiero desparramar mi tiempo sin intención: pensé que era infinito y ahora ya sé que no. No quiero soportar condescendencia, juicios sobre mi vida y dudas sobre quién soy. No quiero tener que fingir ser otra cosa para gustarte (seas un trabajo, un desconocido, un amigo o un amor). No quiero un escenario en el que no pueda disentir. Ni conversaciones vacías ni gente que se acerca a preguntar sólo para pedir algo a cambio. No quiero positividad tóxica ni pesimismo crónico. Ni todo es perfecto ni todo es un asco. No quiero perderme algo por mirar una pantalla. No quiero caer en la trampa y desear lo que otros en lugar de escuchar a mi alma.
*
Mago y yo seguimos hablando un rato más. Me dijo que tenía la energía disparada de un pinball y que cuidase mi candor. Nos levantamos y acabamos dándonos un abrazo. Comencé a caminar y paré en un semáforo delante de un cartel gigante: “empieza todo lo bueno”.
Sigo sin saber como se llama, sigo llamándolo mago.
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Cosas bonitas de la semana:
Quiero dedicarle esta carta a mi amiga Elena y decirle que tenerla en mi vida ya es una cosa bonita de esta semana y de la que viene y de la otra y de la siguiente.
La conversación brutalmente sincera que tuvimos Lu y yo el viernes y el bien que me hizo.
Pasar el sábado con Juan, descubrir Lardito por fin, tomar café, hablar de cosas como el universo y la gravedad y acabar paseando por el Cementerio de Chacarita.
Dormir sin despertador y despertarme con el sol el domingo. Bajar a desayunar mis medialunas hablando por teléfono con mi madre.
El domingo diluvió y yo escribí dos reportajes que debía y 10 páginas de mi cuaderno sentada frente al ventanal del balcón.
Me vi un par de charlas de filosofía en Youtube que me pegaron fuerte.
Salí a correr al amanecer.
Cené con Lu en casa y me sentí muy en hogar.
Tomé un par de iniciativas. Envié varios mails de esos de atreverme. Recibí algunas respuestas.
Cené con Ine y Lu en Ácido. Y me enganché a la canción de Ine. De una cena salieron tres viajes.
Leí un ensayo sobre el silencio con un vino en mano en una esquina que me recordaba a dónde vivía mi abuela y pensé que las ciudades en verano, a medio llenar, me encantan.
Fui al Mago y al salir del Mago me fui andando a Falena a escribir esta carta y a ver qué libro me encontraba. Me encontró ‘La voluntad de creer’ de Pablo Messiez, un libro de su obra de teatro que busqué durante meses en Madrid y no encontré hasta el miércoles. Antes de llegar a Falena me encontré una Rayuela.
Fui a las oficinas de Walt Disney Latinoamérica a ver Moana 2 y anoté en mi cabeza: “cuando algo no sale, hay que buscar un camino distinto”.
En mitad de una charla preciosa la playlist puso esta canción: Es por ahí.
Vi el cielo gigante, algunos caballos y casas ajenas paseando. Es verano y el aire era calentito y me rozaba la piel. “No hay nada tan espectacular y al mismo tiempo todo es espectacular si lo piensas”.
Hablamos de morirnos mientras estábamos muy vivos.
Al despertarme hoy tenía un correo con una noticia increíble.
Vale universo, lo he pillado, tengo que ir al fisio cuando me duela el cuello. Se destraban cosas cuando decides ponerle solución a las cosas que te hacen mal.
La fuerza de creer, que es por ahí.
Me fascina que escribas sobre estos encuentros mágicos que nos llegan en el momento exacto y sobre hacer las paces de que muchas veces no sabremos cómo explicarlos. Y siempre disfruto leer tus “cosas bonitas de la semana” me hace estar atenta a buscar cosas bonitas en la mía.
BUA