El sur
Un día mi padre me dijo que se tatuaba y que quería ponerse una s de sur. Yo estaba algo atónita porque no entendía a santo de qué. Él me respondió que había nacido en uno de los paises más al sur de la Tierra y que el sur siempre había sido su guía. Nunca había pensado que Argentina estaba tan abajo pero es que en general los de abajo son los olvidados y uno desde el privilegio tiene demasiada tendencia a despistarse.
El otro día vimos juntos ‘La Odisea de los giles’, una película argentina que, por resumiros sin spoilers, va sobre un grupo de amigos de un pueblo que quieren recuperar lo que es suyo tras ser estafados. Giles es el sobrenombre de los gilipollas, los que en general siempre pierden, la gente humilde, los que son demasiado buenas personas en un mundo lleno de hijos de puta y a los que siempre les ocurren las desgracias de dos en dos.
Nada más que decir que la película es de Ricardo Darín y a nosotros nos encanta y acabé llorando a moco tendido y muerta de risa. Pero es que hay una cosa que me atravesó: soy quién soy por los orígenes que tengo.
Mis bisabuelos eran de Nápoles y Palermo y cogieron un transatlántico para buscar una mejor vida en Argentina. Eran del sur de Italia, renegados del progreso. Mis otros bisabuelos eran gallegos y andaluces y también se montaron en un barco a ver qué pasaba al otro lado del océano. Mis abuelos hijos de inmigrantes. Y los otros, valencianos agricultores y panaderos. Me he criado en un pueblo pequeño al sur de Valencia. Soy mitad argentina y mitad valenciana, una pizca de italiana y con apellido de Cambados, así que nada de pura cepa.
El sur me señala a mí como una brújula en la que todo cobra sentido, es el lugar al que siempre quiero volver y donde me siento yo con todas las consecuencias. Me enamoro en cada calle de su risa, del sonido del traqueteo de vivir y de esa mirada de quién disfruta con garra de lo que tiene.
Yo no tengo acento ni tampoco la gracia, ni siquiera el ‘vos’ me sale, pero es que no hay una sola manera de ser del sur. Nos movemos por abajo y no tiene que ver con la coreografía, tiene que ver con las ganas de bailar.
El año pasado me prometí que volvería aquí a recoger los trocitos que me dejé y a celebrar la vida, y he vuelto. Suena Juanito Makandé, hay noche de estrellas fugaces y respiro más fuerte que nunca. Todo me indicaba el punto, y lo he encontrado dentro de mí. Y como dijo Fermín Perlassi en la película, “hay algo que no saben los de arriba y es que los giles nos levantamos una y otra vez. Nos levantamos siempre”.