De cara
¿Boxeamos?
Leila Guerriero, una periodista a la que admiro, dice que escribir es como boxear. Esa lucha entre lo que sientes y lo que plasmas, un enfrentamiento entre lo que quieres contar y lo que es, una pelea de sensaciones a flor de piel que te rozan y son capaces de cortarte como el papel. Escribo:
A veces crees que se ha ido, que por fin has sido más fuerte. Llegas a sentir que ya no duele y expulsas tu risa sin pensar más que en lo que tienes delante.
A veces crees que se ha ido, pero te ves, de nuevo, presa de miedos que ya conocías —hola, qué tal, bienvenidos a vuestra casa—. Bloqueada por una realidad tan acuciante como irreal porque la imaginación siempre juega adelantada. Si hablo de curar, empiezo a entender que no sirven las tiritas. Dejar aire, ahondar, limpiar, cerrar, es más bien trabajo de cirujano. Es la combinación de tiempo y acción la que lo cambia todo: si solo esperas, estás parado; si solo haces, te habrás precipitado.
A veces crees que se ha ido, pero lo tienes justo al lado. Todavía no te has dado cuenta de que para saltar hay que soltar, que a los fantasmas del pasado se les abraza, que correr es mejor hacerlo para divertirse, que no hay huida posible si se trata de ti mismo. La mochila abierta, para que entren y salgan, personas y vivencias. Que se quede quién de verdad quiera quedarse. Que se hable más desde el corazón aunque golpee.
Que volvería a hacerlo a pesar de los golpes. Que seguiré boxeando por si algún día me lees.
Alzar la voz
Esta semana he sentido una punzada en el corazón por el asesinato de Samuel. Batallo constantemente conmigo misma porque sigo intentando creer que las personas buenas ganan a las malas, pero el mundo a veces me da en la cara. La realidad, en este caso, me sobrepasó y sigo intentando que mi cabeza entienda que un chaval de 24 años salió de fiesta y nunca volvió a casa porque unos desalmados le pegaron una paliza hasta su muerte llamándole ‘maricón’.
Lo decía Begoña Urzaiz en su artículo en La Vanguardia: “Lo que te llaman mientras te matan importa”, así que no quería cerrar esta carta sin levantar la voz contra el odio y sin dar el abrazo a tantos que lo siguen sufriendo. Creo que es fundamental que entendamos que esta lucha no pertenece a un solo colectivo, que no es excluyente. Es nuestra responsabilidad como ciudadanos luchar por tener una sociedad en la que no exista la homofobia. Es necesario enfrentar de cara a los discursos de odio, a los que insinúan, a los que blanquean. Que no, que hasta aquí.
Cuando tienes 24 años crees que la vida es eterna y que esa noche, justo esa, es la mejor noche. Y es que en realidad lo es. Y debería serlo siempre.