Hoy esto es un diario, disculpad de nuevo:
Hace 4 años, un año también par y también bisiesto, estaba en plena crisis sobre mi trabajo y un poco sobre mi vida en general, sobre cómo quería vivirla. En ese proceso no siempre agradable andaba muy angustiada y no encontraba ninguna luz que me indicase como salir. Así que tomé una decisión: pedí 3 días de vacaciones en ese trabajo que me tenía en duda y me fui a Praga para visitar la ciudad y fingir que era emprendedora y freelance y trabajaba en remoto.
En Praga escribí en cafeterías, tuve alguna llamada con personas que me podían abrir puertas y soñé, casi arañando, una vida que podía tener y por aquel entonces no tenía.
Lo que pasó después ya es historia: un despido, una pandemia, un proyecto lanzado y unos meses buscando oportunidades, hablando con gente, probando sin que saliese y probando hasta que saliese. Después de ese verano yo era oficialmente freelance, trabajaba en remoto, tenía clientes y había iniciado mi colaboración con Condé Nast Traveler. Algo del todo impensable para la Carla en pánico de febrero.
El lunes llegué a Rio de Janeiro a la hora del atardecer en una semana en la que había decidido desconectar y ‘pedir’ vacaciones de miércoles a viernes porque necesitaba aire. Definitivamente no estoy en la misma crisis que tuve pero sí estoy en un punto de inflexión: quiero enfocar mejor a que estoy dedicando mi tiempo y quiero escribir, publicar, involucrarme en proyectos bonitos, tener menos reuniones, desterrar muchos ‘tengo que’.
Así que lo tenía decidido: dedicaría tres días, de miércoles a viernes, a hacer las entrevistas para los dos reportajes que tengo que enviar, a conocer en persona a mis entrevistados cariocas, pasear, escribir una columna que debía, escribir esta carta, mirar por la ventana, soñar en un papel en blanco, conectar con personas que me pueden abrir puertas.
Esa misma noche caí: los días que pedí en Praga fueron el 7, 8 y 9 de febrero, exactamente los mismos días que me he querido regalar en Rio de Janeiro soñando en cosas impensables para la Carla de hoy.
El mundo se acaba moviendo por extraños hilos, como si hubiese alguien tejiendo y uniendo puntos, como si fuesen dejando pistas para los que quieren ver. Es ahora, es aquí. No sé qué sacaré de estos días, pero si la vida me ha traído aquí tengo toda la curiosidad por descubrirlo y las ganas de hacer que pase.
Cosas bonitas de esta semana:
La historia de arriba me pareció este anuncio de Quilmes: ¿y quién ganó el Mundial?
Pasé el fin de semana en Buenos Aires. Paseé otra vez, comí en mis terrazas preferidas, me compré un libro, bebí fernet, dormí la siesta, tomé café dónde siempre, probé un lugar nuevo de empanadas, bebí vinito en lugares preciosos y pensé que este lugar es definitivamente mi casa.
Mica y yo acabamos leyendo poesía en una terraza de Recoleta en la que por fin dejamos nuestra firma en el baño.
Comí mucho dulce de leche y pensé que de pequeña me parecía demasiado dulce y ahora nunca es suficiente. ¿En cuántas más cambiaré de opinión conforme vayan pasando los años?
Un lunes cualquier de febrero volé a Rio de Janeiro con todo lo que eso significa: estoy visitando un lugar que soñé toda la vida, he venido sola cuando dije que a Brasil nunca vendría sola y voy a vivir el Carnaval.
Vi un atardecer en Ipanema.
Me he puesto a aprender portugués.
He escrito en silencio. He publicado esta columna sobre la necesidad de saltarse modales en la mesa y la he cumplido porque comimos pizza en el suelo felices.
Estoy haciendo deporte todas las mañanas en la playa a las 7.30am, con vistas al Pan de Azúcar.
He tenido clase con Leila Guerriero, la he visto recitar uno de sus textos y contar anécdotas sobre sus entrevistas a Ricardo Darín y a Fito Páez.
Encontré ya mi librería en Rio: Livreria Travessa.
Trabajo en un lugar con ventanas en las que sólo se ve verde y entra la brisa cálida.
Me he comprado purpurina y disfraces por encima de mis posibilidades.
Anoche terminamos viendo música en directo, bebiendo birra y comiendo sándwiches en una calle abarrotada de Copacabana.
Creo que nací para conocer Brasil.
Adoro esas coincidencias. Creo que de alguna manera todo está conectado. Gracias por compartirlo
Justo yo me acabo de coger tb tres días, para descansar, coger aire y volver a casa y a la e rutina con ganas