Acabábamos de cumplir 20 años y era un día de mucho sol en plena primavera en Milán cuando mi amiga Patricia me dijo: “amiga, día que pasa no vuelve, mi madre me lo dice mucho”. Una frase sencillísima que se me clavó como un puñal. El tiempo discurre, ahora mismo, mientras lees esta línea. Discurrió mientras, a la velocidad de 298km/hora en un tren yo volvía ayer de Valencia a Madrid, y escribía esto que lees.
Me estoy embarcando en un proyecto de investigación profundo sobre nuestra finitud y para empezarlo decidí obsesionarme con el concepto de tiempo. Un punto aparte de esto: es divertidísimo obsesionarse temporalmente con cosas porque es como abrir pequeños mundos de conocimiento. Empecé por tanto a investigar sobre la expresión tempus fugit porque esta preocupación por el tiempo no la inventé yo, claro.
Aquí va una historia, algunas referencias y otras conclusiones.
En mi newsletter del viernes pasado elegí a tres personas distintas con tres frases sobre el paso del tiempo: