Marília Mendonça tenía 26 años cuando falleció en un accidente de avión. Su muerte fue una conmoción en Brasil: Marília era en aquel momento una de las cantantes más famosas del país y se encontraba en plena gira. Yo la descubrí una noche de viernes en Pedra do Sal cuando empezó a sonar Supera y todo el mundo a mi alrededor empezó a gritar emocionado. Me contagié en cuestión de segundos y le pedí a Benja que me dijese el título. Lo apunté para después y me la puse en casa.
Supera es una canción que canta Marília a otra mujer, puede ser su amiga, su hermana, pero también podría ser yo, podrías ser tú. Marília le dice que dónde no la están queriendo que se vaya, que ella ya pasó por eso, que ese no es su lugar. Aunque no sepas portugués es imposible escuchar el poder de esa voz y no sentir algo.
Días antes de irme de Río de Janeiro me encontré, haciendo gala del poder de la serindipia, la palabra ‘axé’—que en idioma yoruba significa 'energía positiva' y 'fuerza vital’. Alguien la llevaba tatuada como mantra, como forma de estar en el mundo. Y, sin duda, no creo que hubiese un país mejor para inventar ese término y llevarlo como bandera.
Mientras sonaba la voz de Marília en mis auriculares me sentaba a escribir esta carta en el aeropuerto de Panamá a punto de tomar otro avión. Hacía un repaso mental por todas las mujeres de mi vida: mujeres que rascaron la fuerza vital de un cajón en el que no quedaba nada, que inventaron la energía positiva en un entorno oscuro, que se rompieron cuando no pudieron más, que renacieron de sus propios pedazos, que se arriesgaron, que lo contaron, que no lo dijeron, que cargaron con todo cuando ya cargaban con todo.
Esa energía y fuerza no es sólo el brillo de lo que irá bien, sino el ánimo para salir de la sombra cuando parecía imposible. Es empujar para renacer, la fuerza para tirar, para acompañar, para reivindicar lo que te mereces, para ser lo que te dé la gana ser.
Déjate caer si lo necesitas, estaremos en la orilla para agarrarte de la mano.
Axé.
Cosas bonitas de esta semana:
El viernes Benja y Andy nos invitaron a su casa para que Andy, diseñador de joyas, nos presentase su joya inspirada en el Carnaval que habíamos vivido. Todos queremos que Andy lance su propia marca, así que quizás estuvimos ante el inicio de algo nuevo.
Andy la presentó con unas fotos y un relato que me hizo llorar. Habló de la energía de las ondas expansivas, del sol. Éramos nosotros.
Pasamos la noche escuchando música brasilera mientras desde fuera se escuchaba el mar que asomaba por la playa de Ipanema.
Desayuné cerquita de Lagoa y encontré una librería pequeñita en la que finalmente pude comprarme el primer libro de Clarice Lispector. Lo empecé a los pies del Cristo Redentor en el Parque Lage.
Fui al mercadillo de Plaza XV, compré vinilos, paseé entre antigüedades y acabamos en una expo de fotos del Amazonas en el CCBB. Fue una mañana de sábado en casa.
Nos organizaron una comida de despedida en casa de Ali y Leticia: una casa preciosa cerca del Botánico en la que se cuelan el sol y la jungla. Prepararon moqueca, farofa, carne, tomamos cerveza y acabamos bailando, llorando [todo el rato], celebrando. Prometimos volver y me di cuenta de que habíamos creado un microcosmos, algo inexplicable que nosotros sí entendíamos.
Volviendo a por la maleta en el uber sonó ‘You make loving fun’ de Fleetwood Mac y me volví loca. Era la canción del libro que había estado leyendo ese mes y estaba obsesionada con ella. Le dije a Tomi que el universo estaba hablándonos y yo sé que esa noche empezó a creerme.
Lloré muchísimo, pero mucho. Abracé tanto como para quedarme pegada ahí.
Me desperté el domingo aterrizando en Panamá: vine unos días a trabajar aquí y descubrí un nuevo país. Tuve conversaciones preciosas con Lola.
Publiqué una columna en respuesta a un artículo de El País que me había enfadado. Me sentí muy segura para expresar lo que pensaba sobre relaciones, patrones y mujeres y, te seré sincera, creo que ha sido de las primeras veces que me he atrevido a escribir algo tan claro en público.
Bailamos en la calle Caraluna de los Bacilos y pensé que nada, nunca, como Latinoamérica.
Me llamaron de Condé Nast Traveler para entrevistarme como ‘mujer que viajo sola’ y salió aquí. Estamos en portada.
muy hermoso
El universo consipirando, siempre