Hace dos años no me imaginaba ni siquiera escribiendo esto porque hace dos años una semana como esta empezaba la pandemia y a mí me despidieron. La historia es muy larga pero tiene una consecuencia maravillosa: el despido me dio el impulso para cambiar mi vida.
Hace dos años una semana como esta decidí que no iba a buscar trabajo, sino que iba a crear el mío propio. Me di de margen hasta después del verano y si no había conseguido nada, me pondría manos a la obra en LinkedIn. Pero adivinaréis que si os cuento esto es que no hizo falta.
Llevo ya un par de semanas en Tailandia y siento que a veces me desborda todo lo que puede pasar en dos días. La de gente con historias distintas que puedo llegar a conocer, la de conversaciones dispares, la de paisajes imposibles, la de aguas turquesa, océanos de verde, lugares para quedarse, hamacas estratégicas para practicar el arte de no hacer nada, la de cocos que me puedo haber llegado a beber y la de escritorios dispares en los que he trabajado.
Hablé de la guerra con Vicky, una ucraniana que vivía en Kiev y que no puede volver. La conversación, durísima, sucedió entre cervezas porque su familia estaba bien y ella “tenía que seguir viviendo aunque no sabía como”. Está embarazada. Con Mili hablé de muchas cosas y le pregunté qué era para ella el éxito y me dijo que nadie le había preguntado eso nunca. Visitamos un templo por la noche y acabamos cenando pad thai a los pies de un Buda que se asomaba sutilmente mientras recordaba su infancia en Bulgaria y me hacía sentir que éramos tan diferentes como parecidas. Anto me contó que llevaba viajando tres meses y que no quería volver a Finlandia. No de momento.
El miércoles, cuando justo se cumplían los dos años, me fui a la playa andando desde mi habitación, me pillé una cerveza y me senté en la arena sin toalla. Me sentí afortunada y buscadora de fortuna porque nada de lo que tengo es pura casualidad. Decidí venir a la otra parte del mundo y decidí llegar a esa playa el miércoles, comprarme ese botellín y pensar muy fuerte, casi en alto, que cada segundo de esfuerzo y cada momento de duda había merecido la pena.
Por eso le conté a Mili que para mí el éxito es estar donde quiero estar y con quién quiero estar. En cada momento exacto, con la luz exacta, la que sea. Que la vida corre y los atardeceres se acaban.
A lo lejos sonaba una guitarra y al poco aparecieron las estrellas.
Qué bonita historia. Cuando el profesor me preguntó que es la salud para mí, contesé que la salud es ir a donde quieres ir y estar donde quieres estar. Lo que escribiste aquí tiene la idea similar. Pero mientras yo solo teniendo la idea, Carla vive la vida sobre la idea. Mientras yo solo quedando en casa, Carla realmente lo hace realidad. Ella es una inspiradora que tiene fuerza de caminar con voluntad y también sabe como volar con el viento.